La comunidad metalera sufre a diario prejuicio y discriminación por parte de la sociedad, ésto no es nada nuevo. Desde la dificultad para encontrar trabajo debido a las largas cabelleras —en su gran mayoría, mejor cuidadas que las de las minas— hasta los rostros molestos de los suegros por parecerles a todas luces unos vagos, toda relación con el resto del mundo huele a rechazo. ¿Pero qué tan cierto es ésto y cuán libres de culpa estamos? Porque, como dijo el amado por todos (¿?) Jesucristo, «el que esté libre de pecado, que lance la primera piedra».
EuroCentro, un sábado cualquiera a eso de las 16hrs.— Entre pokemones y punkies aún es posible observar a la comunidad metalera deambular por entre las tiendas que mantienen en sus vitrinas los discos y las poleras que les mueven las entrañas. En su mayoría son aún niños, pero algunos ejemplares mayores se asoman de vez en cuando. El negro domina, los estampados con cadáveres son como las flores para las peloláis y aunque no tengan los credos no-credos de las bandas que idolatran, los jóvenes metaleros se enorgullecen en mostrarle a los millones que a diario transitan por el Paseo Ahumada que son rudos, que su música patea culos y que no tienen nada que ver con los pokemones, aunque para una señora de edad sean exactamente lo mismo. Se burlan de las tribus urbanas de moda y hablan de música como si fueran fundamentalistas islámicos, como si desconocer a una banda fuera un pecado capital. Aquí el que sabe más es el que obtiene el mayor respeto y el nuevo, el niño que hace poco descubrió los blast-beats, es discriminado por ser un posero.
El grado de conocimiento de la música no es el único criterio válido para segmentar la autoridad dentro del grupo metalero. También está esto definido por el sub-estilo de metal que cada personaje ame. Por ejemplo, es infinitamente mejor visto socialmente ser un death-metalero que un seguidor del metal melódico, tiene más estatus el thrash metal que cualquier forma de progresividad dentro del estilo, y así sucesivamente. Aunque no hay una jerarquía clara, suele asociarse que mientras más pesado, distorsionado y disonante sea el estilo, más verdadero y bien visto es. Dado lo anterior, en los círculos metaleros es común que se efectúe cierto tipo de discriminación por parte de los individuos más experimentados —por no decirles simplemente viejos— para con los nuevos integrantes del grupo, por tratarse de wannabes poseros.
He visto varias quejas aquí en Collapse acerca del poco interés que tienen el gobierno y las municipalidades en apoyar las iniciativas rockeras, principalmente enfocadas en el artículo de la carta al Fondart publicado tiempo atrás (link). La comunidad metalera evidentemente manifiesta ser objeto de discriminación negativa, lo cual de por sí es reprochable, pero no se dan cuenta que los argumentos para protestar se basaron todos en que «el sistema tiene la culpa», «nosotros tenemos razón y ellos no» y cosas por el estilo, estando en todo momento en una posición —si no llorona— altamente soberbia.
Entonces me pregunto, ¿por qué ese aire de snobismo que siempre rodea a la escena metalera-rockera-melómana mundial? Porque no es sólo Chile, sino el planeta completo el que está plagado de estos personajes que endiosan a sus bandas favoritas, denigran lo que no les gusta, miran en menos todo aquello que no vaya de acuerdo a su lógica de yo-sé-más-que-tú-me-visto-de-negro-y-quemo-iglesias y que terminan quejándose de que no les dan espacios de expresión. ¿Cuál es el trasfondo de el extremo elitismo auto-impuesto? En estricto rigor, ¿qué hace a los metaleros distintos de los pokemones?
En mi humilde opinión, compañeros, creo que deberíamos comenzar a internalizar que lo que nos une es la música, un concepto tan abstracto que es ridículo establecer criterios de valor acerca de él. Si lo que tenemos en común es nuestro sentir hacia la música, ¿tenemos derecho a creer que algunos son superiores a otros? Eso, para mí, es nazismo musical. El metal se siente sin necesidad de decirle a los cabros chicos que primero tienen que conocer a todas las bandas de la Tierra antes de llamarse metaleros, sin tener que tener pelo de vikingo y sin siquiera tener que vestirse de negro. El metal es música, nada más ni nada menos.
Abran las mentes, sus corazones, su alma y reciban al señor Jesucristo, que los acogerá y terminará con la discriminación que sufren y hacen sufrir (¿?). Basta de metal snobs.