Nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes. Esta frase puede ser la más cliché de todos los tiempos, pero describe en plenitud lo que siento acerca de la que probablemente ha sido la banda de hard-rock/metal progresivo más grande que nos ha dado Chile: Matraz.
Nacida bajo el alero de innumerables y variadas influencias, la banda se carecterizó desde un principio por ser una mezcla de mundos: sonidos chilenísimos con otros más bien europeos, música docta y a la vez popular, la fuerza del metal yuxtapuesta a la calidez del piano solista, el rock puro mezclado con la peculiaridad de las marimbas y los más diversos instrumentos.
Nada parecía impedirle a Matraz conquistar el mundo, el cielo y más allá, dado su indiscriminado derroche de talento a la hora de crear y ejecutar, a la puesta en escena impecable de cada instrumentista y a la pasión vertida en cada una de las notas que de sus almas salía. Pero -porque siempre hay un “pero”- la historia dijo otra cosa muy distinta, para desgracia de la banda, sus seguidores y el mundo.
Matraz fue formada por allá por el año 1996 por tres amigos estudiantes de música: Inti Oyarzún en el bajo y voz, Diego Aburto en el piano y teclados, además de Marcelo Stuardo en batería, percusiones, marimba y vibráfono. El primer guitarrista que grabó con la banda fue Juan Pablo Vergara, quien aportó con significativos pasajes musicales, según cuenta Inti, pero tras una larga historia (ver sitio oficial) el elegido por la música y los músicos fue Claudio Cordero, un joven exponente que aún cursaba la carrera de Intérprete Instrumental en Guitarra Eléctrica en la Escuela Moderna de Música. Con esta formación, Matraz pronto habría de grabar y lanzar el disco debut de la banda, Tiempo.
Tiempo es una pieza musical muy especial. Es un esfuerzo por musicalizar el poema homónimo de Gabriela Mistral, publicado en su libro Lagar, dividido en cuatro partes al igual que el disco: Amanecer (Aburto), Mañana (Stuardo), Atardecer (Cordero) y Noche (Oyarzún). El proyecto de generar música popular y a la vez docta, rescatando las raíces de la literatura chilena, llegó a ganar el FONDART en el año 1999 y esto les ayudó a lanzar dicha placa.
Problemas internos hicieron a uno de los fundadores, Inti Oyarzún, alejarse de la banda. La convivencia y su visión musical ya no eran compatibles con las vividas en conjunto por Matraz, por lo que el bajista decide separar caminos. Este acontecimiento traería dos consecuencias importantes: incorporaría a la banda a Loreto Chaparro en la voz y a Jorge García en el bajo, además de permitir a Inti eventualmente formar Mahesh.
Matraz, ahora con una nueva formación, tocaría en numerosos eventos y daría a luz a su más reconocido trabajo, Gritaré. La nueva producción se caracterizaría por tener por primera vez voz principal femenina, por parte de Loreto; una producción sonora impecable, definida por la trayectoria profesional de la banda; lírica original y no mera musicalización de palabras existentes, de la mano de Diego; diseño artístico de primer nivel, utilizando paisajes urbanos conocidos de Santiago (ver nuevamente su sitio oficial); y por fusionar la música autóctona con la del resto del mundo, logrando piezas como “Sangre Derramada” y “Cóndor”, por ejemplo.
El trabajo de Matraz consiste principalmente es ser un puente entre la música compleja, elaborada, progresiva y la que está más a mano, es popular y digerible. Es indiscutiblemente docta tras analizar sus intrincados pasajes melódicos y métricos, hecha por profesionales buscando transmitir su respeto por el arte y no una mera búsqueda de la fama.
La banda logró alcanzar un nivel poco frecuente en nuestras tierras, pudiendo por lo mismo salir del país en giras latinoamericanas y mundiales, siendo elegidos en más de alguna ocasión como la mejor agrupación o sus integrantes como los mejores exponentes de su disciplina (ver el caso del festival mundial BajaProg 2004, realizado en México). Pero a nivel nacional, además de haber participado de un Santiago ArtRock, la banda nunca logró situarse como un verdadero referente en el mundo del rock y se quedó en el ámbito de las bandas de culto, que tocan para pocas personas en pubs y locales pequeños, lo que terminaría por desalentar a parte del grupo y significaría una pausa indefinida para sus actividades.
La última presentación de Matraz fue el día 10 de junio de 2005, en el colegio San Agustín de Ñuñoa. Se presentaron junto a Delta y Alejandro Silva, no esperando a más de 400 personas en total. Con un apoyo así, no es difícil imaginar a un grupo de cinco músicos profesionales talentosísimos decidir el fin de la agrupación, a pesar del éxito alcanzado en el extranjero. ¿Quiénes somos para culparlos? ¿Hicimos lo suficiente para apoyarlos?
Hoy me declaro amante de Matraz. Sé su historia, conozco tu trabajo y legado. Soy orgulloso dueño de cuanto material publicaron y no dudaría en acudir a cada presentación que planeen, promocionarla y apoyarlos de todas las maneras posibles. Cada vez se ve más cercano el momento en que Matraz sea reconocido como se merece, pues en los últimos años el movimiento progresivo se ha destapado en Chile y el mundo, creando mercado para bandas que anteriormente no podían contar con él. Puedo decir que, junto con tantos otros, Matraz se adelantaron a los tiempos y quisieron crear una realidad a partir de un sueño prematuro, que recién hoy puede ver la luz. Necesitamos terminar de convencerlos.
Tenemos un grupo en Facebook, al que se han adherido tres de los cinco integrantes de Matraz: Claudio (que ha declarado su interés por revivir la banda), Loreto y Jorge. Sé que Diego tiene entusiasmo, por ser Matraz un hijo querido compartido con su mujer, Loreto. Sólo falta convencer al otro miembro fundador, Marcelo Stuardo, de que una reunión de la banda sería lo que a la escena rockera chilena le hace falta para moverla hacia the prog side: un par de tocatas, disco nuevo y ¡boom! Matraz con gira mundial.
Espero que la comunidad rockera chilena acompañe mi plegaria y le demos el reconocimiento que se merece la gente que ha trabajado por ello.