La historia que Iron Maiden y Chile han escrito en conjunto está repleta de anécdotas, satisfacciones y sinsabores. Partiendo por aquella ocasión en que la banda fuera vetada por las autoridades de nuestro país antes de su presentación el año 1992, aduciendo razones referidas a la “moral y buenas costumbres” junto a una hilarante e inolvidable polémica (sin fondo alguno) que los tachaba de “satánicos”; pasando además por la accidentada visita que los trajo junto a Blaze Bayley el año ’96 y por supuesto, cuando por motivos meramente políticos y extra-musicales, dejaron con cuello a medio mundo en 1998. El regreso sería el año 2001, cuando luego de lanzar Brave New World, los ingleses se tomaban revancha y en una Pista Atlética llenísima se presentaban junto a Halford en un concierto memorable. Tres años después la banda volvía a presentarse en la Pista Atlética y en 2008 se repetían el plato, esta vez en el marco de la exitosa gira ‘Somewhere Back in Time’ que los traería de vuelta -nuevamente- al año siguiente, aquella vez al Club Hípico, en lo que sería un grandioso espectáculo con más de 60 mil espectadores.
Fue en la visita del año 2008, cuando Bruce Dickinson amenazaba con rabia que en su próxima visita, Iron Maiden se tomaría el Estadio Nacional. Si bien ello no ocurrió en la visita que los británicos hicieran a nuestro país el año siguiente, si pudieron cumplir dicho compromiso el pasado domingo 10 de Abril. Con un Estadio Nacional vestido para la ocasión, Chile recibió a la banda de Heavy Metal más importante del orbe para escribir el que quizás será el capítulo más importante de la historia conjunta: En esta ocasión, la banda grabó parte de lo que será un próximo lanzamiento en DVD, y por lo mismo, cerca de 50 mil fanáticos se agolparon para ser testigos y, a la vez, protagonistas de esta inigualable ocasión.
Kingdom of Hate
El cartel decía que los elegidos para comenzar a calentar motores serían los nacionales Kingdom of Hate que salieron a escena pocos minutos antes de las siete de la tarde. Si bien sólo alcanzamos a presenciar un par de minutos de su presentación, la agrupación encabezada por el popular Andrés Marchant estuvo en escena por cerca de media hora y la dedicó a interpretar temas de The Search, cuando eran conocidos como Necrosis, como lo son la misma‘The Search’, ‘Liar’ y ‘Kingdom of Hate’. Y si bien -por razones lógicas- la banda no logró convencer a quienes presenciaron su espectáculo, en variadas ocasiones Marchant llamo de forma elocuente a “apoyar el metal chileno” sin mayor argumento de por medio.
Exodus
Minutos después de los chilenos, los inmortales Exodus se tomarían el proscenio encabezados por el legendario Gary Holt (Guitarras). Luego de las que fueron sus presentaciones en solitario en Valparaíso y en el Teatro La Cúpula; los estadounidenses resumieron inteligentemente su setlist, para dar lugar en su mayoría a los “clásicos” que forman parte de su arsenal. Desde el comienzo dado por ‘The Balad of Leonard and Charles’ y la clásica ‘Piranha’, el carismático Rob Dukes se dedicó a levantar a un público que recibió con mucha energía al sólido quinteto norteamericano. Sin importar que el sonido dejara bastante que desear (sobre todo por la guitarra de Holt la cual sonó muy saturada y falta de color), el público igual se las arregló para “organizar” algunos mosh en los sectores más adelantados de la cancha. En el resto del recinto, algunos asistentes menos habituados a los sonidos más extremos miraban el show con cara de asombro e, incluso, de asco. Esto demostraba un hecho inequívoco: en el Nacional se convoco a una audiencia de un abanico muy amplio, siendo la minoría el netamente metalero.
La presentación de la banda se arrimó por sobre los tres cuartos de hora que se distribuyeron en la interpretación de sandías caladas y grandes clásicos como la ya mencionada ‘Piranha’, además de ‘The Toxic Waltz’, ‘Bonded by Blood’ o ‘And Then There Where None’; con otras composiciones más recientes –pero no menos “chacales”– como la potente ‘War is my Shepard’ y ‘Children of a Worthless God’. El sonido en ningún momento alcanzó el nivel y la nitidez que se hubiese querido, pues mal que mal en escena estaba una de las bandas más conocidas de la escena Thrash estadounidense y, aunque ya lejos de lo que fuera su época más prolífica, siguen siendo un referente a nivel mundial que merece y necesita shows de gran factura técnica y musical. Aunque técnicamente la presentación de Exodus quedo muy al debe, la energía y vibra que la banda irradió dejaron en segundo plano los problemas sonoros que tuvieron. Durante el espectáculo pudimos ver a un Rob Dukes muy activo quien en todo momento incitó al público a hacer mosh; y que con repetidos “¡Chi, Chi, Chi!” buscó congeniar con la gente, que siempre respondió con energía.
Aun cuando la resumida presentación de Exodus contó con un destacado setlist, queda la mala espina del pésimo sonido que se dio para buena parte del recinto capitalino. Deben ser varios los asistentes que no fueron a verlos en su presentación del Teatro La Cúpula, y prefirieron ver a Exodus junto a Iron Maiden para así ahorrar unas cuantas “lucas”, esperando –obviamente– un espectáculo a la altura. Que ello no haya sido así es una lástima, considerando la importancia que una banda como Exodus tiene a nivel internacional.
Setlist Exodus
- The Ballad of Leonard and Charles
- Piranha
- Children of a Worthless God
- Blacklist
- War is My Shepherd
- And Then There Were None
- Bonded by Blood
- The Toxic Waltz
- Strike of The Beast
Iron Maiden
Un par de minutos antes de las nueve de la noche, el director Sam Dunn (‘Metal: A Headbanger’s Journey’, ‘Global Metal’, ‘Flight 666′) se tomaba un solitario micrófono para prender la mecha, incitando al público: “Hace unos días estuvimos en Argentina, y el público allá es uno de los mejores que hemos visto, ¿pueden hacerlo mejor?” Bastó que el canadiense dijera “Argentina” para que todos los asistentes se unieran en una rechifla ensordecedora y chauvinista que generó el infaltable “Po-ro-po-pó” de parte de las casi 50 mil almas que llenaban el Estadio Nacional. Instantes después, sonaba el clásico ‘Doctor, Doctor’ de UFO, y comenzaba la fiesta. Eran exactamente las nueve de la noche y la “Doncella de Hierro” ya empezaba a asomar en el escenario. En las pantallas que estaban junto al escenario se proyectaban imágenes de The Final Frontier (2010) mientras sonaba ‘Satellite 15… The Final Frontier’ y la audiencia crecía en fervor. Por fin el sexteto saltaba a escena y el griterío era ensordecedor; mientras la agrupación interpretaba ‘El Dorado’. Desde un comienzo, resaltó el menudo Bruce Dickinson, quien aun con más de cincuenta años a cuestas se mueve como un adolescente a través de las impresionantes escenografías a las que nos tiene acostumbrados la “Doncella”. El sonido, en tanto, resultaba un poco confuso y falto de potencia; detalle que como suele suceder, no molestaba a nadie. Lo importante en ese momento era estar ahí y, en una de esas, inmortalizarse en el famoso DVD.
Sin descanso alguno, la infaltable ‘Two Minutes to Midnight’ uniría a toda la afición en uno de los primeros coreos ensordecedores, de esos que parecen de barra brava y ponen la piel de gallina. Resultado: el primer momento remarcable en la noche. Volviendo a The Final Frontier, sonaría la excelente ‘The Talisman’ que califica fácilmente como uno de los mejores cortes de la última producción de los ingleses. Bruce Dickinson saludaría entonces a los que, según él, eran cerca de 60 mil asistentes y hacía hincapié en lo especial de la ocasión: Grabación de un DVD y por fin en el Estadio Nacional. Los ingredientes estaban sobre la mesa. Ahora quedaba disfrutar de un plato inmejorable.
Seguíamos en el presente con la conmovedora ‘Coming Home’, donde comenzó a erguirse –tal como en las anteriores visitas de “Maiden”– la figura de “Bruce Bruce”. Con el paso de los años, el vocalista ha sabido conservar su voz, pero además ha sido capaz de llevarla a un límite que pocas veces se ve en intérpretes de este espectro musical. Esto, porque son contados con los dedos de la mano los cantantes que tienen la capacidad de moverse sin cansancio por todo un escenario y, a la vez, sacar adelante sus líneas vocales con soltura. Y lo que es aun mejor, es que Dickinson no se limita tan sólo a cantar y correr, a la vez teatraliza su interpretación logrando así volcar –en una cantidad no menor de situaciones– toda la atención sobre su figura, pudiendo eclipsar incluso al mismísimo Steve Harris, quien es en buena parte de las ocasiones el protagonista absoluto.
Luego de una emocionante (y apurada) interpretación de ‘Dance of Death’, llegaría la infaltable ‘The Trooper’. En este punto me vuelvo a preguntar qué tan necesario es que la banda siga tocando dicho corte; pues aún cuando pertenece a la lista de “infaltables” me parece que perfectamente podría dar paso a otros “singles” como ‘Die with your Boots On’, ‘The Prisioner’, ‘Flight of Icarus’ o ‘Moonchild’, por nombrar algunos ejemplos. Lo más seguro es que la banda mantenga inamovible al “soldado” por un tema de efectividad, porque cada vez que interpreta la canción, el nivel de efervescencia que logra crear en sus audiencias roza el límite de lo ridículo y escapa de lo que se podría esperar, teniendo en cuenta que hablamos de una banda eminentemente metalera.
Detalles de más, y en pos de mantener la agitación a tope; sonó ‘The Wicker Man’ en lo que sería el primer guiño al notable Brave New World (2000) y desencadeno otro de esos coreos sobrecogedores. El ya conocido verso “Your Time will come” retumbó, y fue capaz de acallar a la misma banda, que ya conseguía un sonido nítido y potente, pero al que igualmente le faltaba un “no-sé-qué”, teniendo en cuenta la calidad sonora que han alcanzado otras bandas (Rush, por ejemplo) en este mismo lugar. A continuación, Bruce Dickinson se tomaba el escenario para dedicar la siguiente canción a todos quienes siguen a la banda británica, en un speech muy similar al que se despachará al interpretar la misma canción en la visita del año 2001. Además, aprovechó de recordar la situación vivida hace algunas semanas por la banda, previo a su fallido aterrizaje en Tokio, sólo minutos después del devastador terremoto que azotara al país del “sol naciente”. La canción en cuestión, ‘Blood Brothers’, generó un momento inigualable e inolvidable; que no hizo sino dar cuenta del indivisible y fraternal lazo que Iron Maiden mantiene con su público. De la época “Post Blaze Bayley”, ‘Blood Brothers’ debe ser fácilmente uno de los temas que generan mayor identificación y a la vez, es más transversal en cuanto a la buena recepción que obtiene.
El inigualable Steve Harris tomaba posiciones de adelantada, y se robaba la película en la interpretación de la épica ‘When the Wild Wind Blows’ que para quien escribe el presente artículo es por patadas el mejor tema de la más reciente placa de los británicos. En casi 12 minutos, Harris relata su visión del fin del mundo en una obra que, era que no, tiene toda la majestad de canciones como ‘Seventh son of a Seventh Son’, ‘Sign of the Cross’ o ‘The Clasman’. Y en vivo la canción mantiene incólume su condición e incluso es capaz de amplificarla. Podrán decir que a estas alturas Iron Maiden es “más de lo mismo”, pero cuando ese “más de lo mismo” significa agasajarse con maravillosas composiciones como esta creación, poco más importa. En el fondo, la fórmula que explota la agrupación londinense ha sido patentada con la firma de los ingleses y nadie en el mundo ha sabido obtener réditos de ésta como ellos lo hacen.
Para remediar las caras de aburrimiento que comenzaban a aparecer, vendría otro clásico de aquellos. Con ‘The Evil that Men Do’ retrocedíamos por única vez hacia el inigualable Seventh Son of a Seventh Son (1988) en lo que serviría, nuevamente, como una perfecta excusa para uno de esos emocionantes cantos a estadio completo. En aquel momento aparecía el querido Eddie en la primera de sus representaciones, y además se uniría -al menos visualmente- al trío de guitarristas conformado por Dave Murray, Adrian Smith y el incansable Janick Gers. Las revoluciones estaban a tope, y para mantener el clima sonaría ‘Fear of the Dark’, otra de las infaltables en que la respuesta del respetable cobra un importante protagonismo. Como era de esperar, la réplica excedió las expectativas y el canto en conjunto de las 50 mil almas hizo desaparecer nuevamente el sonido de la banda casi en su totalidad. Aun cuando este momento fuera calcado a lo que ya vivimos en otras ocasiones cuando la agrupación interpretó esta canción, el ambiente que se da en estos momentos es lo que los hace memorables. En el fondo, cada vez que uno presencia y vive uno de los espectáculos de Iron Maiden, se siente parte de una historia y a la vez de la historia, y ésa es una de las grandes virtudes que tiene el directo de la banda: te hace partícipe de principio a fin.
Cerrando la primera patita del show, ‘Iron Maiden’ invitaría nuevamente a escena a un gigantesco Eddie que se escondía tras la estructura que conformaba el escenario, para protagonizar otro de esos momentos cliché en los conciertos de la “Doncella de Hierro”. En este sentido, se podría haber esperado alguna sorpresa (más allá del gigantesco Eddie) o salida de libreto; pero dado que la ocasión se prestó para la grabación del mencionado DVD, era imposible dejar de repetir uno de los números más conocidos de la banda. Lo interesante en esta situación es que la interpretación del mencionado tema en ningún caso escapó de lo ya conocido y más que ejecución, pareció una actuación para las cámaras mas no para el respetable.
Tras un breve encore, el escenario se teñía de rojo y con los tradicionales versos adaptados desde el Apocalipsis, se daba pie a la interpretación de la clásica ‘The Number of the Beast’. Otro momento cliché, en que se repitieron las situaciones y actuaciones que la banda hace al momento de tocar esta canción. Aun así, para alguien que no había visto antes a la banda (como los muchos niños y pre púberes acompañados de sus padres que se pudo ver entre el público) el momento quedará guardado en la memoria como un recuerdo imborrable. Hay que estar ahí para contarlo.
Quizás, en el día de hoy en que Iron Maiden como banda y como marca goza de una salud envidiable, no se disfruta en toda su plenitud de dichos momentos, pero como a todos nos ocurrirá, en cualquier momento alguno de los miembros de la banda nos dejará por una “mejor vida” y lo único que nos quedará serán esos momentos que ponen la piel de gallina y se atesoran con júbilo. El día de mañana quizás se los podremos contar a nuestros hijos y/o nietos, como así lo podrían hacer hoy quienes en el pasado vieron a leyendas de la talla deLed Zeppellin o Queen. Es que, como frecuentemente dice un gran amigo de quien escribe estas líneas: “Nuestra maldita generación verá morir a todos sus grandes ídolos”.
Melancolías aparte, la banda quemaba los últimos cartuchos de su presentación con la épica y progresiva ‘Hallowed be thy Name’ que siempre encuentra excelente respuesta en el público por la considerable cantidad de riffs “coreables” que posee. Además, sirvió para que Dickinson invocara uno de sus artilugios más conocidos y mediante el archiconocido “Scream for me…” se ganara uno de los estruendos más notables de los que tenga memoria. Espero que aquel momento aparezca con todo su esplendor en el futuro DVD, porque dicha sea la verdad, la multitud rugió con una fuerza sobrecogedora y ensordecedora. El último respiro llegaría junto a la arcaica pero efectiva ‘Running Free’, momento que Dickinson utilizaría para presentar a la banda por completo, donde el que se robó todos los aplausos fue el simpático Nicko McBrian, que en todo caso pasó inadvertido buena parte del espectáculo, porque si no me equivoco nunca se vio en las pantallas que se dispusieron a los lados del escenario.
Ya habían transcurrido dos horas, y la banda dejaba el escenario no sin antes proceder con las formalidades y despedidas. Más de alguno se quedo esperando alguna sorpresa de última hora, pero todo fue en vano. La irónica ‘Always look on the Bright side of Life’ de los irreverentes y geniales Monty Python daba por cerrado el espectáculo y las luces del Estadio Nacional se prendían. Se cerraba un nuevo y glorioso capítulo en la historia de Iron Maiden y Chile. Era hora de volver a casa.
El momento de las cuentas daba como resultado un saldo más que positivo. Después de muchos años, por fin pudimos ver a Iron Maiden en un escenario a la altura de la banda y que mejor que en el contexto de la grabación de un DVD. El sexteto entrego un espectáculo técnicamente impecable, en el que sólo se extraño la presencia de algunas canciones “novedosas” con respecto a lo que generalmente interpretan en vivo, además de algún guiño a su repertorio más reciente (asistí con la esperanza de escuchar al menos una de entre ‘No More Lies’, ‘The Reincarnation of Benjamin Breeg’ o ‘For the Greater Good of God’), pero redundar respecto del setlist con una banda cuyo repertorio es tan amplio, sería retomar una eterna discusión sin conclusión clara. Lo que es totalmente claro, es que aun con el paso de los años Iron Maiden sigue siendo lo mejor del Heavy Metal a nivel mundial y por ello, sigue siendo la banda encargada de mostrarnos que a veces no es necesario innovar para mantenerse vigente. Basta encontrar una fórmula que le sea lo suficientemente propia a una banda y explotarla con inteligencia.
En el caso de Iron Maiden, la “bendita fórmula” tuvo como base una mirada inteligente, en el momento justo, al mercado musical. En vez de intentar sobresalir con alguna exquisitez o propuesta fuera de lo común, el grupo volcó sus esfuerzos en entregar espectáculos en vivo con un sello inigualable, que combina potencia, conexión con la audiencia y un logrado sentido de pertenencia. Lo importante es que la “Doncella de Hierro” es capaz de congeniar estos aspectos de gran manera. El resultado de este trabajo e inteligente planificación rindió sus frutos y fuimos testigos de ello el pasado domingo.
Por ahora, sólo nos queda esperar un regreso de la agrupación a nuestras tierras –hecho que se da por descontado– y por supuesto, disfrutar de esta renovada época de gloria que la banda está viviendo. Como ya se dijo, cuando el día de mañana no tengamos a Iron Maiden a la vuelta de la esquina de seguro los extrañaremos y estaremos añorando tenerlos de vuelta, entregando toda la fuerza y constancia que la banda posee y derrocha. Pero sobretodo, porque es la banda más importante que tiene, ha tenido y, muy seguramente, tendrá el Metal como movimiento cultural, musical y social; y cuando una banda con esos pergaminos sigue vigente y activa lo único que uno puede hacer es disfrutarla.
UP THE IRONS!
Setlist Iron Maiden
- Satellite 15… The Final Frontier
- El Dorado
- 2 Minutes to Midnight
- The Talisman
- Coming Home
- Dance of Death
- The Trooper
- The Wicker Man
- Blood Brothers
- When the Wild Wind Blows
- The Evil That Men Do
- Fear of the Dark
- [banda]Iron Maiden[/banda]
Encore:
- The Number of the Beast
- Hallowed Be Thy Name
- Running Free