¿Cuántos años llevábamos esperando a In Flames? Yo al menos, quedé con la entrada en la mano cuando, en plena gira de promoción de Clayman, cancelaron un concierto que estaba listo para realizarse en el olvidado Teatro Providencia. En ese entonces, muchas críticas caían sobre aquel disco, que incluía ciertos atisbos de lo que ocurriría después, pero lo más seguro es que nadie podía presagiar lo que unos meses después ocurriría con el lanzamiento de Reroute to Remain, disco que cambio para siempre el rumbo de la banda.
De aquel entonces, mucha agua ha corrido bajo el puente y por fin se presentaba en nuestro país la que quizás es la banda de Metal más exitosa de Suecia en los últimos años. Controversias aparte, el show generó mucha expectación, porque no todos los días se presenta en nuestras tierras una banda con la influencia de In Flames, que junto a sus coterráneos crearon con la escena de Gotemburgo una escuela de la que hoy en día solamente podemos ver los primeros frutos alrededor del mundo.
Por esto mismo, y teniendo en cuenta que In Flames hoy en día no abarca solamente a publico metalero, sino que también tiene una fanaticada no menor entre los seguidores del ‘Nu’ y hasta dentro del Hardcore (Estamos hablando de hardcore de verdad, no de chapitas y colores femeninos). Entonces, no era de extrañar que la fauna que se hizo presente en la Blondie el pasado 12 de Febrero incluyera todo tipo de público, desde metaleros de tomo y lomo, hasta los más espigados hardcore. En medio de este interesante ambiente, la banda oriunda de Gotemburgo hacia su aparición en el Centro de Eventos Blondie luego de una larga espera en que los técnicos de guitarra y batería minuciosamente revisaron cada detalle que rondaría al show de cabecera.
In Flames: Un incendio de noventa minutos
Entonces, y cuando eran cerca de las nueve de la noche con treinta minutos, saltaban a escena liderados por su obsequioso frontman Anders Friden, quien desde un primer minuto se mostró sorprendido por la energética y efervescente reacción del respetable. El sonido desde un principio fue bastante bueno, con pifias propias de una presentación en vivo, pero durante toda la presentación de In Flames estuvo a un volumen muy elevado, demasiado para un local del tamaño de la Blondie. Mientras la banda entonaba de The Mirror’s Edge, el público coreaba al unísono las frases del aquel pegadizo coro de A Sense of Purpose. En seguida, vendría un infaltable como lo es Pinball Map, y la hecatombe era total. Los que se habían quedado estáticos durante el primer tema ahora batían sus melenas al ritmo de aquel corte que la banda publicara con el ya lejano Clayman. “Guided by the Pinball Map”, coreaban todos y cada uno de los asistentes, mientras los miembros de la banda respondían con sonrisas y gestos de sorpresa, sobretodo Björn Gellote y el macizo Peter Iwers que no hacían sino mirar sorprendidos a las masas una y otra vez. Seguiría Leeches, tema con particulares y claras influencias Nu-Metal, donde el pogo se hizo presente de manera irremediable.
La noche no estaba para cuentos. Con Episode 666 la Blondie casi se vino abajo, no hubo alma que no cantara el coro de uno de los temas más conocidos de los suecos. En ese momento cuando rondaba por mi cabeza una pregunta: ¿Qué tiene In Flames por sobre el resto para estar donde están? La respuesta estaba ahí mismo: En vivo, son una aplanadora. Solo habían pasado cuatro canciones y ya estaba peinado para atrás, sentía que estaba presenciando un show de aquellos que quedan en la memoria. Mas allá de las controversias que pueda generar su propuesta musical, In Flames ha sabido montar un espectáculo tremendamente profesional, potente y cargadísimo de energía, en una combinación explosiva que no se da muy seguido.
Con Drifter, el mosh se armó inmediatamente. Hasta patadas voladoras pude divisar, más uno que otro baile bastante exótico muy poco propio de un concierto de estas características. Sin pausas llego otro clásico, Colony, donde nuevamente todo el público se hacía parte de aquel memorable momento. A esas alturas, la temperatura del local glorificaba a la banda, y se podía ver una considerable cantidad de torsos sin polera, dando jugo en el mosh o sencillamente disfrutando del concierto. Mientras, Friden apuntaba a un personaje y le decía, a través del mismo micrófono “¡Hey tu, El que está grabando! Bota esa huevá y ven a meterte al Pit”. El aludido hacia caso omiso, hasta que la gente que lo acompañaba lo invito, caballerosamente, a responder al llamado del sueco. Sin mucho preludio, llego al escenario y, casi a patadas en la raja, término haciendo un stage diving bastante temeroso. Pero no era el primero, entre tanto mosh, saltos y calor varios habían hecho el intento de subir al escenario y saltar hacia el público.
Con el “camarógrafo” siendo parte del mosh, se vino The Hive, rememorando aquella gloriosa época del impresionante Whoracle. Con Cloud Connected, el primer single de Reroute to Remain y que fuera el primer tema en hacerse público de la “nueva era” de la banda sueca, volvíamos a la era amor-odio. Luego, vendría Alias, que a pesar de no ser de mi agrado, sonó como un verdadero cañón en el show. En este sentido, me dejo gratamente sorprendido lo potentes que sonaron todos los temas de Sense of Purpose, un disco que a nivel personal me desagrada fuertemente sobre todo por sus líricas adolescentes, lloronas y derechamente, mariconas.
Luego, Anders llamaba al publico a hacer ruido. “Si hacen suficiente ruido, nosotros tocaremos un tema de Lunar Strain” decía el vocalista de los dread locks. Gritos previos y vendría una de las sorpresas de la noche, la death-metalera Behind Space y su incesante tuca-tuca generaron un mosh de aquellos. Círculos, bailes, combos y patadas por montones. Para seguir con los clásicos, Only for the Weak haría que todos y cada uno de los asistentes cantara aquel pegajoso coro del año 2002. Aquí fue donde más noté la falta de Jesper Strömblad, ya que Björn Gellote tuvo que tocar los leads propios y los de Jesper, mandándose una que otra pifia que a lo mejor pasó desapercibida, pero alcancé a notar. Niklas Englin, el encargado de reemplazar a Jesper, hizo su pega a cabalidad, pero se limitó a funcionar como la guitarra rítmica. En ningún momento lo vi haciendo algún solo o acompañando en alguna melodía a Gellote.
Con Disconnected volvíamos a Sense of Purpose, y el que a mi gusto es el tema con las liricas más detestables que In Flames haya escrito en su historia. ‘I feel like shit, but at least I feel something’ es la frase que termina de generarme todos los anticuerpos necesarios, ya que una frase como aquella me la espero de Korn, Linkin Park o bandas del estilo, pero no de In Flames. Para calmar los ánimos, Come Clarity mostraba que la banda no solo compone riffs pegajosos y jaraneros. También puede hacer maravillas acústicas y con este tema lo logra. Por mientras, los más sudados y acalorados aprovechaban de descansar y preparar el siguiente mosh. Cuando algunos ya empezaban a pedir otro de los clásicos, la banda se despachaba The Quiet Place, otro de los temas que tantos anticuerpos genera dada su notable influencia aggro y “saltarina”, como suelen llamar algunos. Para seguir con los anticuerpos y el aggro, vino Move Through Me, seguida sin mucho trámite por Trigger, quizás uno de los temas más destacables de Reroute to Remain por su potentes riffs y coro tremendamente pegote. La banda ya estaba pensando en irse a camarines, cuando Friden anunció Take this Life, tema que abre Come Clarity y que representa un notable matiz entre la época Gotemburg-esca y la época post Reroute to Remain. Es decir, un poco de tuca-tuca por allí más un poco de coros pegajosos por allá. Notable labor cumple en este tema, y en general durante todos los shows de la banda, el notable Daniel Svensson, un baterista muy limpio, ordenado y funcional.
Para terminar, la banda se despedía del público con My Sweet Shadow, luego de lo cual muchos empezaron a pedir un encore o en su defecto, algún regalito o sorpresita pero todo intento fue en vano, porque en menos de lo que canta un gallo la cortina de fondo se hizo escuchar como diciéndonos sin mucha caballerosidad que nos retiráramos del recinto. No quedaba nada más que hacer. Luego de una hora y media de show, In Flames había incendiado el local de la Alameda con su notable repertorio de clásicos y temas nuevos, y sin dejar indiferente a nadie dijo presente, y de qué forma, en su primera vez en nuestras tierras. Y claro, es de tener en cuenta que la banda llegó coja.
Como anécdota pueden quedar los comentarios tras bambalinas que nos hablaban de la mala onda con que llegaron algunos miembros del crew de la banda, tratando bastante mal a los miembros de las bandas teloneras, a quienes trabajaron en el show y en general, a todo aquel que se les cruzó en el camino. En este sentido, pero no como anécdota, hay que mencionar que tal como pudimos averiguar la banda dejó con cuello a todos quienes habían ganado un Meet & Greet, ya que a última hora se les quitaron las ganas de hacer dicho encuentro que en definitiva quedó en nada, lo que habla muy mal de todos ellos.
Nota de redacción: Por una descoordinación dentro del grupo que cubrió el evento no pudimos ver las presentaciones de los teloneros. Nuestras disculpas para ellos, quedamos comprometidos para la próxima.
Setlist In Flames:
1. The Mirror’s Truth
2. Pinball Map
3. Leeches
4. Episode 666
5. Drifter
6. Colony
7. The Hive
8. Cloud Connected
9. Alias
10. Behind Space
11. Only For The Weak
12. Disconnected
13. Come Clarity
14. The Quiet Place
15. Move Through Me
16. Trigger
17. Take This Life
18. My Sweet Shadow
Review: Ignacio Machuca F.
Fotos: Sandra González
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