Nunca se había movido tanta gente para un espectáculo netamente metalero en este país. 60.000 personas es una cifra altamente impresionante, algo inalcanzable, por estas tierras, con cualquier otra banda del planeta en este estilo. Sin duda que eran grandes las expectativas. Esta vez iría el mismo público del año pasado además de todos los que se quedaron fuera de ese Sold Out de la Pista Atlética. Se venía un espectáculo de nivel mundial en todo punto de vista.
Camino al Club Hípico, sonaba en Radio Futuro una entrevista a Freddy Alexis, de Witchblade, en la que contaba como se enteraron de que este año también tendrían la misión de abrir el show de Iron Maiden. El 2004 varias circunstancias no los dejaron muy bien parados, así que en esta ocasión el desafío sería grande.
Como prensa, nos dejaron entrar al recinto justamente cuando la presentación de los nacionales daba término, pero sin embargo pudimos apreciar que hubo un recibimiento bastante respetuoso de parte de la gallada. Se vio madurez en esta ocasión. 25 minutos tuvo Witchblade para darse a conocer ante tanta gente presentando su nuevo material titulado Ignition.
Con Lauren Harris me di cuenta que el público estaba muy silente. Ni siquiera con el primer tema prendieron ante una muchacha que hizo lo posible para que pasara lo contrario. Todos aceptando sus canciones sin mayor respuesta, callados. Hasta un “cé-hache-i” intentó con una fría respuesta. Ese es el resultado de imponer un show así de parte de su padre. Quizás está en las cláusulas del contrato: “sólo toco si también lo hace antes mi hija”. Estoy especulando. No hay mucho que acotar al respecto.
Con una puntualidad inglesa empezaba a sonar, como es costumbre, Doctor Doctor, el clásico de UFO, una agrupación que destaca entre la influencias de Maiden. Y acá el público corrió lo más cerca del escenario que podían. Las pulsaciones subían a cada segundo ya que se venía el momento esperado por toda la fanaticada. La intro con Transylvania, al igual que la vez anterior, fue la misma, sin cambios. Imágenes de todas partes del mundo, del Ed-Force One, todo impresionaba, y eso que era un simple video. Todo plasmado en las 5 pantallas gigantes dispuestas por la organización. Transylvania era cortado a la mitad y sonaba el discurso de Churchill con un griterío inmenso. Aces High y todo se vino abajo. La pirotecnia al inicio de este corte hizo todo más espectacular. No estamos acostumbrados a esas cosas. Un mazazo en la cabeza que te deja los pelos de punta. Es la emoción del primer tema. Impresionante. Ver, además, a una agrupación tan afiatada, que llena el escenario con su presencia, con el frontman más jugado del heavy metal. No, si no hay palabras. El sonido en un principio no fue bueno, se perdían muchos detalles, la voz. Esto claramente provocado por la inmensidad del recinto.
Wrathchild, del Killers, era una de las sorpresas del setlist de este año. Un tema que he podido escuchar con un acabado Paul Di’anno en los 2 últimos años. Él tiene su estilo, pero acá Dickinson no tiene comparación. Por algo la exigió dentro de la lista. Así, sin respiro, le siguió 2 Minutes To Midnight. El sonido ya estaba a otra altura, mejorando a un nivel excelente. Todo en orden, Nicko con sus jugarretas en la batería, las 2 pulcras guitarras de Murray y Smith, Harris impecable con el bajo, Gers corriendo por todo el escenario con su rítmica y la increíble puesta en escena de Dickinson. ¡Qué más pedir!
La primera pausa se vino con el discurso de Bruce diciendo que este ha sido el concierto más grande que Iron Maiden ha dado en Sudamérica, con 60.000 personas en la explanada. Otro record batido aquella noche. También contaba que tocarían canciones extra que no tocaron la ocasión anterior, todo el escenario con el show europeo, entre otras cosas. Así siguieron con el clásico del The Number of the Beast, otra canción nueva en el set. Se trata de Children of the Damned, donde Smith sacó una guitarra con doble mango para interpretarla. Y esta sorpresa fue elevada a su máxima expresión al ser seguida por The Phantom of the Opera. ¡Espectacular! Esto con un fondo color negro y con un Gers más inquieto que antes haciendo su primera intervención en un “solo”. Bruce aprovechaba las partes instrumentales para hacer participar al público, así estaban todos entretenidos. Una ovación tremenda se llevaron.
La manoseada The Trooper, con las 3 guitarras y bajo al centro del escenario, provocó otro momento de fervor. Bengalas hacían su aparición entre la multitud, sumando otra sensación al momento. Mientras el piloto del Ed-Force se paseaba por lo alto de la estructura del escenario con su atuendo de soldado y la bandera del Reino Unido. Con una casi imperceptible pifia partió Wasted Years, pero luego todo perfecto. Todo hasta que se vino el único momento complicado de la noche. “Olé, olé, olé, oleeeé” se escuchaba al unísono, pero después Dickinson empezó a hablar diciendo que éramos un público muy bueno, pero que si seguían las peleas ellos dejarían el escenario. Pidiendo un favor a todo pide que se puedan mover hacia atrás, todo esto debido a la gran presión que aguantaba la gente en el frente, al lado del escenario. La banda vio la situación y pidieron que las 60 mil personas se movieras, que retrocedieran unos pasos. También se dio el gusto de gritar que ¡la noche es increíble! Insólito fue cuando le lanzaron una bandera de Magallanes y pensó que era una chilena, en un principio. Después vio que no era así que la dejó a un lado. Siguió pidiendo a la gente que se corriera hacia atrás, y así sorpresivamente siguió otra maravillosa pieza.
Rime of the Ancient Mariner es algo excelente. Una canción con muchos cambios, con varios pasajes, distintos ritmos, todo comprimido en un solo tema, el más extenso de la bestia. Un gusto volver a apreciarla en vivo, más aún con el primer gran juego pirotécnico que se presentó desde las alturas. El toque que daba la especie de niebla sobre la loza de un barco, esa espesa bruma. Y Bruce teatral como de costumbre, con un traje largo color negro. Una sincronía perfecta. Con la clásica máscara se vino Powerslave, homónimo del disco del ’84, y entrar en más detalles, fuera de lo pirotécnico, sería algo redundante. Todo sin problemas.
Run to the Hills y Fear of the Dark, sin pausa, fueron momentos notables. Especialmente con el segundo tema donde se rompió el orden y la calma lograda anteriormente. La tarima de prensa colapsó ante los saltos de los que sobrepasaron el sector. Si no saltabas, si no querías saltar tenías que darte por vencido. Era imposible hacer lo contrario. La masa te llevaba. Las bengalas nuevamente se hicieron presentes, sumándole otro aspecto a la canción. Como dije antes, le da otro sentimiento, la adrenalina sube aún más. Es inexplicable. Inmediatamente vino Hallowed Be thy Name que es un temazo. Por muy bajas que llevaras las expectativas no podrías quedar indiferente ante algo de estas características. Emocionante.
Llegaba el final de la primera parte del show. Era el turno de Eddie, de que saliera a ver a las sesenta mil personas a lo largo del Club. Del primer disco sonaba Iron Maiden provocando más de alguna especie de mosh entre la gente. Todo mientras el faraón precisamente de Eddie, tal como lo muestra la portada del Powerslave, estaba en lo alto, al medio del escenario. Después del solo en medio de esta canción esta figura dorada se abre y desde su interior aparece la mascota momificada. Eddie lleno de telas y paños rotos. Un gran momento consolidado al final del tema, cuando de los ojos de la momia fueron expulsadas chispas. La banda dejaba el escenario para el único encore de la noche.
Pasó solo 1 minuto para que sonara el discurso de The Number of the Beast y la banda volviera a escena. Y estas palabras estaban protagonizadas por un nuevo invidato sobre las tablas. En lo alto apareció una figura de Satán, como si viniera a ver lo que está pasando sobre su trono, viendo de qué manera ocupan su sagrado número. La atmósfera fue genial. Algo infernal complementado por grandes llamaradas saliendo en 6 puntos del escenario provocando un calor que se sentía en las primeras filas de la muchedumbre. Otra innovación este año fue la inclusión de The Evil That Man Do, momento en el cual apareció Eddie Cyborg a pasear junto a la banda, molestando a los músicos, saludando y haciendo gestos obscenos, tal como lo es su personalidad.
El final fue con un poderoso Sanctuary que fue abruptamente interrumpido en la mitad. Hubo un silencio de la banda por un minuto y medio, así recibieron inmensamente todo el cariño. La detención de la canción sirvió, también, para que el gran vocalista pudiera dirigirse por última vez a la gran cantidad de personas. Ya había dicho que este era el concierto más grande de Sudamérica. Esta vez nos dice que este ha sido el concierto más grande en la historia de Iron Maiden (sin contar los gigantes festivales). Nunca tanta gente los había ido a ver sólo a ellos en un concierto, jamás. Aprovecha el momento para levantar una de las banderas chilenas que le lanzaron al escenario y siguió hablando. Que volverán a Chile, que el 2010 compondrán un nuevo álbum y que luego estarán en tierras criollas. Aprovechó de decir que pronto será el lanzamiento de Flight 666 (o el “vuelo six six six”, como lo dijo), el documental donde “chile es una de las estrellas del show”. Se dio el tiempo de presentar a la banda y hasta de molestar a Nicko. Fueron 5 minutos en los cuales se salieron del libreto para tomarse el momento con más relajo. Era una fiesta. Luego de esa licencia volvieron a lo suyo y terminaron lo que estaban tocando. Un cierre monumental.
Todo queríamos escuchar más, pero el fin ya había llegado. El setlist fue el mismo que ocuparon en esta parte de su gira. Si creen que por ser Chile tendríamos un par de canciones inéditas, algo extra especialmente preparados para nosotros, están muy equivocados. Eso de que todo el espectáculo lo guardarían sólo para lugares grandes también fue otra mentira. Maiden hizo el mismo show en todos los lugares de Sudamérica. Que el del 22 de Marzo fuera lo más grande que hicieran en su carrera no cambia las cosas, por ahora no nos hace más especiales.
Probablemente este marco de público no se repita el 2011, cuando prometieron volver. La gracia de esta gira es que es de sólo clásicos, así que ya te aseguras un espectáculo de calidad. Su próxima visita será entorno al nuevo disco del año siguiente, así que es de esperar que mucha gente no prenda de la forma que se hizo en esta ocasión, en un show increíble. En un show que da para ubicarse en el más impresionante de la vida.
P.S.: La salida fue un caos. Parece que a producción no se le ocurrió que 60.000 personas no podrían salir fluidamente por uno de los accesos, tomando en cuenta que el Club Hípico consta con muchos de ellos. El concierto terminó a las 10 de la noche. Eran las 23 horas y todavía la gente seguía saliendo. Una horrible espera.
Review: Roberto Yévenes Muñoz
Fotos: Sandra González
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