Cuando, antes de interpretar My Religion del disco Burning Organ, Paul Gilbert agradecía al público asistente al Teatro Teletón por hacer de la velada un momento espectacular, resumía perfectamente lo que sucedió esa noche en el recinto del centro de Santiago. Porque lo que Paul Gilbert y compañía brindaron no puede resumirse en otra palabra sino MUSICA, ya que si hay algo que es destacable del espigado estadounidense, es que es un músico increíblemente virtuoso. Y hago notar esto, porque además de su impresionante talento con las seis cuerdas; el virtuosismo que Gilbert posee como músico es capaz de dejar hasta al más ácido crítico pidiendo perdón.
Todo comenzó un par de minutos antes de las 9 de la noche, con la presentación de quien fuera el principal bastión de la ya disuelta banda nacional Dogma, Lukas Yaksic, con una propuesta que de por sí se aleja bastante a lo que son las principales ramas de la mega manoseada tendencia del Shredding, acercándose mucho mas a vertientes mas metaleras, pichangueras, mosheras; o como quieran llamarles. Con un sonido que me recordó muchísimo a lo que hacía en sus días Dogma (cosa para nada rara teniendo en cuenta que en este trío participa Leonardo Henríquez, quien fuera bajista de Dogma), el músico nacional se presentaba en un Teatro Teletón prácticamente lleno. Haciendo un recorrido por lo que es su único lanzamiento hasta el momento, Vol. 10, Yaksic seducía al respetable con una batería de temas que a mi gusto son los más destacables de un muy buen disco como lo es Vol. 10.
Es innegable la calidad que Lukas tiene como guitarrista, y si bien como mencioné, el tipo de espectro musical que abarca la banda del capitalino no es lo que atrae a la mayoría de los amantes del shred, el público escuchó atenta y respetuosamente la potente propuesta que a esa hora traía el capitalino, que presentaba temas como Rocker, Capibara, Invasion, entre otros. El sonido, la mayoría del tiempo, estuvo del lado de Yaksic, y si bien durante algunos momentos la guitarra de Yaksic se perdió detrás de la impecable batería de Rodigo Zuñiga, en líneas generales el sonido durante su presentación estuvo a la altura. Una notable pasada por el teletón la de Yaksic.
Después de una breve pausa, vino el turno del señor de la controversia, Alejandro Silva. Es bastante extraño el fenómeno que la figura de Silva genera, ya que podría decirse que tiene tantos detractores como acérrimos fans, hecho que se mostró con violencia durante su presentación en el Teletón. Tengo que ser bastante sincero al respecto, ya que aún no me puede convencer – musicalmente – el shredder más conocido de Chile. Si bien es imposible negar que posee una depuradísima técnica y es capaz de hacer malabares con las seis cuerdas, musicalmente, como dije, aun no me puede convencer. Y esto no es por lo que el grueso chascón opina sobre él (el tema del feeling), si no, porque sigo convencido de que tiene un gran problema de desarrollo musical. Esto, en el sentido de que la gran parte de sus composiciones se fijan en el tema técnico y no en un tema musical, dejando de lado un desarrollo claro de las melodías que desembocan en cada uno de los temas de Silva, en menosprecio de los pasajes ultra técnicos y veloces propios de un disco Shredder. Quizás por esto, se da el fenómeno antes mencionado.
Comentarios aparte, Silva tuvo una presentación bastante accidentada previa al plato de fondo. Desde un comienzo el sonido fue poco claro, y la guitarra – supuesta protagonista de la noche – se perdía tras el potente sonido de la batería de un sólido Gonzalo Muga, y peor aún, en medio de la presentación, un computador que en palabras del mismo Alejandro Silva sería utilizado para samplear una serie de pistas; no funcionó correctamente, con la consecuente pausa en el medio del show, momento en que además de disculparse con el público, Silva aprovechó de tirarle un par de puteadas encubiertas a la producción. Pero aparte de esto, poco mostró por salvar un show mermado por problemas técnicos, que bien puede taparse y arreglarse con un poco de ganas, que no se notaron mucho en Silva. Quizás Cristóbal Arriagada, segundo guitarrista del cuarteto, mostró sus fichas en ese minuto, en que el show caía en una monotonía bastante somnífera producto de las mencionadas fallas técnicas.
Ya pasadas las 10 de la noche, los impacientes empezaban a frotarse las manos con la, en ese momento, inminente presentación luego de algo así como 2 años, de Mr. Paul Gilbert en nuestras tierras, tal como lo llamaron Yaksic y Silva. Con un molesto retraso, y casi a las 11 de la noche, se abrían los telones del teatro teletón como mostrando una nueva escena; pero esta vez la escena tenía al actor principal de la obra, acompañado de un par de audífonos de casco cuyos lados estaban etiquetados con L y R. Detalle que, después de haber visto a Gilbert vestido de astronauta, pasaba desapercibido.
Imponente, con una de sus guitarras de doble mástil, se paraba uno de los guitarristas más importantes de la oleada de virtuosos salidos en la década de los ochentas, tocando los primeros licks de Get out of my yard, intro al último disco que finalmente desemboca en Hurry Up, con lo que el Teletón terminó por venirse abajo. Mucha gente, en su mayoría chiquillos que a primera vista pasaban por poco los 15 años, se agolpaba a los pies del escenario como para alabar a su deidad. Y quizás los pre-púberes estaban en toda la razón, ya que tan solo transcurridos unos minutos de iniciado el show, el guitarrista oriundo de Illinois se imponía con una tremenda personalidad, todo acompañado de su impresionante talento guitarrero. Carisma con patas.
Mientras, un sonido muy potente complementaba la escena, eso sí, con el grave error de quitarle protagonismo a la guitarra de Gilbert. En ese momento, el show entregaba cantidades abismantes de energía y muy buen rock, de la mano del repertorio solista de Paul Gilbert, quien sobrellevaba una serie de problemas técnicos con interludios musicalizados. Aquí se mostró otra de las aristas de la personalidad arrolladora de Paul, quién en vez de reaccionar violentamente, soltaba una sonrisa y tomaba el hecho con mucha gracia.
Y luego, vinieron los clásicos. Para empezar a despeinarnos, vino Scarified, quizás uno de los temas más conocidos de lo que fuera la banda con la que Gilbert saltó a la fama, Racer X. Y para seguir despeinados, vinieron los temas de Mr. Big. Green Tinted Sixties Mind, Nothing but Love, Addicted to that Rush, y un amago de To be with You; fueron parte de uno de los puntos más altos del show. Notable fue, mientras interpretaban Addicted to that Rush, el intercambio de instrumentos que Paul hizo con su bajista, Mike Szuter, momento en que tanto como Gilbert como Szuter demostraron un excelente manejo en otros instrumentos diferentes a los que interpretan regularmente. Hilarante, pero a la vez, alucinante.
Entre los momentos notables, el mencionado al comienzo de este artículo. Gilbert terminaba de interpretar I like rock, como proponiendo una religión rockera, seguida de My religion, en que finalmente nos decía a todos y cada uno de los asistentes, que seamos parte de su religión musical, que nos uniéramos a esa maravillosa sinergia entre la banda, el público y la música, en una fiesta sonora. Por esto, es que Gilbert está donde está. Aun siendo dueño de un talento envidiable, aun habiendo sido parte activa de la escena shredder ochentera y aún siendo miembro inamovible de bandas en que la técnica era lo que primaba, como Racer X, Paul Gilbert sabe hacer algo que mucho shredders olvidan: encantar musicalmente. Encanta, porque presenciar a Gilbert y a su banda es ver a una banda de músicos profesionales, y no de robots que vomitan notas a 200 kilómetros por hora. Y por eso, que no puedo sino concluir que Gilbert es, junto a Vai y Satriani, lo mejor que nos dejó la veloz vertiente ochentera.
Cerrando esta notable estadía, Gilbert le hacía tributo a una de sus más notables influencias, Jimi Hendrix, interpretando Foxy Lady, luego de lo cual, interpretó el mejor tema de su último disco a mi gusto, Your Kids; cerrando un show sencillamente redondo, en que como muchos quisiéramos – en este contexto guitarrero-virtuoso – primó la música y el feeling. Un siete.
Review: Ignacio Machuca
Fotos: Francisca Domínguez, Roberto Yévenes
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