El 17 de octubre ya había pasado a la historia hace instantes, y mientras salíamos del Estadio Nacional un exaltado treintañero decía, verbalizando el pensamiento de muchos de los que estábamos ahí: “ya vi todo lo que tenía que ver, ahora puedo morir tranquilo”. A esas horas de la noche el esperado debut de Rush en Chile ya había concluido, y las caras de quienes habían sido testigos del impresionante espectáculo lo decían todo. Por fin la banda canadiense había satisfecho su deuda con una fanaticada local que llevaba varias décadas esperándolos, y que con el avance de los años se había hecho más numerosa y ayer lo demostró llegando en masa al principal recinto para espectáculos del país.
La previa
Varias horas antes de la apertura de puertas se podían divisar varias filas de fans soportando el fuerte calor en las diferentes entradas que se dispusieron para el show. Todos esperaban ansiosos el que, sin lugar a dudas, era uno de los eventos de Rock más esperados de las últimas décadas, y las razones están a la mano. A pesar de ser una banda excluida por la crítica, los canadienses supieron ganarse una fama que traspasa fronteras y generaciones, siendo el principal pilar de esta fama un trabajo musical a prueba de balas. Es que Rush, desde su concepción, se ha alejado de los cánones convencionales del Rock y sin necesidad de recurrir a artefactos visuales o extra-musicales como protagonistas de su propuesta, se las han arreglado para llevar una carrera que muchas otras bandas se quisieran, y que en términos de discos vendidos solo queda detrás de “Los Beatles” y “Los Stones”.
Por lo mismo, cuando una banda con aquellas credenciales aterriza en nuestro país es natural que la expectación sea proporcional a la fama de la banda, y en este caso se dio así. Creo que nunca había visto tanta desesperación por encontrar una posición de avanzada en los sectores vip y general, aún cuando esta se dio en grupos minoritarios que aguantaron el sol y el calor desde las cinco de la tarde hasta casi las ocho, cuando se escondió para quienes estaban en cancha. A esa hora todo parecía listo y la ansiedad se podía palpar en el ambiente. Después de años de espera, solo quedaban minutos para disfrutar en vivo a la banda que, según muchas voces, brinda el espectáculo musical más fiel y potente del planeta.
Rush, parte 1: ¡Es verdad!
Fue a las nueve de la noche cuando, puntualmente, se apagaron los focos del principal coliseo de nuestro país y en la pantalla que llenaba el escenario principal comenzó a proyectarse el video que la banda ha utilizado a lo largo de esta “Máquina del Tiempo” para abrir sus shows. En este video, pudimos ver a los tres integrantes de la banda interpretando personajes que representaban exageraciones a sus personalidades, mientras de fondo un trío de mancebos músicos, bajo el nombre de ‘Rash’, interpretaba ‘The Spirit of Radio’ en versión polka, si no me equivoco. En tanto, el histriónico personaje que encarnaba Alex Lifeson jugaba con una máquina que hacía sonar al trío de jóvenes con diferentes ritmos, que pasaron desde disco hasta ese pop-rock tan popular en los ochentas.
Cuando el regordete personaje de Lifeson presionó accidentalmente el botón “que no se debía tocar por ningún motivo”, la escenografía (que representaba una máquina del tiempo) hizo su trabajo y transportó a los músicos hasta el escenario. Gritos al por mayor y por fin Rush aparecía con formación completa sobre el escenario para interpretar ‘The Spirit of Radio’. Sonido demoledor, energía a raudales y caras que daban cuenta del momento que estábamos viviendo. Mientras los más maduros trataban de contener la emoción y las lágrimas con fuerza, los más jóvenes gritaban y coreaban con toda la fuerza contenida por años. A mi lado, un incrédulo gritaba “¡20 años hueón, 20 años!”, expresando lo que muchos sentíamos: estábamos siendo testigos de una deuda que jamás creímos sería cumplida. Ahora bien, desde el comienzo pudo notarse el desgastado tono en la voz de Geddy Lee, que tuvo bastantes problemas para alcanzar los tonos más altos, detalle que pareció no importarle a nadie en todo el desarrollo del show, ya que la solidez interpretativa de la banda hacia pasar lo anterior como mera anécdota.
Siguió el que debe ser el tema de Rush que más suena en las radios, ‘Time Stand Still’, mientras quienes antes aguantaban la emoción finalmente se quebraban en lágrimas. En seguida y sin descanso alguno vendría ‘Presto’, que sonó con tal fuerza que se me hizo difícil reconocerla. El escenario se oscurecía y Geddy Lee saludaba por primera vez al público, dando aviso de que la noche sería larga y tendría “many, many, muchos songs”. Con dedicación exclusiva a los recién rescatados mineros sonaría ‘Stick it Out’, con una potencia que ya se quisieran algunas bandas de Metal y donde además la guitarra de Alex Lifeson lució el número 33, en clara alusión a los mineros. Siguiendo con el repertorio más reciente de los canadienses, sonaría ‘Workin’ them Angels’ el primer guiño a su último disco Snakes & Arrows (2007), para enseguida interpretar el primer instrumental de la noche, ‘Leave that thing Alone’, mientras algunos aprovechaban de tomarse un descanso luego de lo que había sido un excepcional comienzo. Con ‘Faithless’ volvíamos nuevamente a Snakes & Arrows, y luego una de las canciones del nuevo repertorio de los canadienses, ‘Brought up to Believe’ (abreviada como ‘BU2B’), que aparecerá en el venidero lanzamiento del power-trío.
Luego de cerca de una hora de show, la expresión de muchos rostros hacía notar alivio, por que como antes decía, todos ya sentían que la deuda estaba pagada y de ahora en más sólo quedaba disfrutar del que ya calificaba como un espectáculo de antología. Con ‘Freewill’ llegaría el segundo guiño a Permanent Waves (1980), donde todos volvieron a sacar la voz para corear las líneas en que Neil Peart profesa el libre albedrío y pensamiento. Seguiría la notable ‘Marathon’, seguramente una de las más esperadas por los fans más acérrimos de los canadienses, pues representa de gran forma la etapa ochentera de la banda, en que la experimentación con sonidos de sintetizadores alcanzo su clímax. Cerrando el primer set del concierto, sonaría el único guiño al excelente Signals (1982) con ‘Subdivisions’, momento en que nuevamente se hizo notar la fiereza que la banda imprime a sus canciones en directo, pues la versión que pudimos escuchar sonó como un gran cañonazo, en contraste a lo que quedara registrado en las giras ochenteras de la banda y se puede apreciar en el disco en vivo A Show of Hands (1989). Geddy Lee se disculpaba con el público por el breve descanso que seguiría y junto a sus compañeros dejaba el escenario. No había pasado un minuto y todos comenzamos a frotarnos las manos, pues estaba claro que era lo que seguía.
Rush, parte 2: Figuras en movimiento
Los libros de historia musical que nombren a Rush dentro de la cronología de este siglo, estarán obligados a mencionar Moving Pictures (1981) por ser el disco que dio a conocer a la banda a las grandes masas y terminó de elevarlos a la calidad de banda de culto que hasta el día de hoy ostentan y seguramente mantendrán por el resto de su historia. Y es tal la importancia de este disco para la banda, que en el “cuasi” trigésimo aniversario de su lanzamiento, el trío decidió celebrar interpretando íntegramente la placa en este “Time Machine Tour”, que quizás fue lo que definitivamente gatillo la venida de la banda a nuestro país.
Un par de minutos antes de que la banda volviera al escenario, en la pantalla principal se proyecto un contador que lentamente avanzaría hasta llegar a 1981, tras lo cual volvería a aparecer en pantalla un video con las caracterizaciones antes mencionadas y esta vez en el contexto de la grabación del videoclip de ‘Tom Sawyer’, nuevamente a cargo de “Rash”. El personaje al que interpretaba Lifeson nuevamente adquiría protagonismo y se encargaba de dirigir a la banda al comenzar la interpretación de ‘Tom Sawyer’, el gran hit de la banda con que emprendíamos viaje por el glorioso disco del 81’. El coreo por fin alcanzaba a todos los espectadores y los 40 mil asistentes se unían para dar forma a uno de los momentos más notables de la noche. El trío seguía demostrando una solidez a prueba de balas sobre el escenario, y su interpretación en todo momento alcanzaba la precisión de un reloj.
La notable ‘Red Barchetta’ reafirmaba lo antes mencionado y el éxtasis seguía a tope, para desembocar en el caos y clímax que generó la instrumental ‘YYZ’, seguramente una de las pocas canciones instrumentales que calza perfecto como himno de barra brava. Para dejar en la lona a quienes aun seguían de pie, llegaría ‘Limelight’, un monumento musical en que la emoción nuevamente causo estragos entre los más fanáticos de la banda. En tanto, en las pantallas se proyectaban diferentes imágenes que complementaban lo que la banda interpretaba, que de forma obviamente intencional eran retratadas como dibujos que recordaban figuras de papel en movimiento. Además, apareció un detalle muy agradecido por la “gallada”: algunas tomas que dieron la posibilidad de ver con lujo de detalle y en diferentes ángulos a los virtuosos músicos interpretando las líneas que forman parte de la música de Rush, por definición compleja y enmarañada.
Otro elemento que en esta parte del show alcanzo su nivel más alto fue el de la iluminación, que se escondía tras un gigantesco arreglo de luces en forma de pulpo, que en el transcurso del espectáculo subió y bajo, dando diferentes tonalidades e intensidades a las luces de colores que adornaban un espectáculo audiovisual al cual me cuesta encontrarle punto de comparación, excepto lo que Roger Waters trajo el año 2007. Junto a esto, se mezclaban columnas de fuego que escapaban desde los costados del escenario y una cantidad no menor de humo, que en conjunto con las luces antes descritas crearon imágenes impactantes e inolvidables. Por otra parte, y siguiendo el tono cómico que la banda estuvo explotando en ciertos momentos del show, pudimos ver a diferentes personajes, que iban desde un gorila y un hotdog bailando, hasta una banana, un diablo y los hombres de overol rojo que adornan la portada del disco, caracterizando situaciones referidas al disco en si (en ‘Witch Hunt’ todos persiguieron a una bruja para inmolarla mientras que en ‘Red Barchetta’ hicieron las gesticulaciones de estacionar y preparar un auto a la usanza de la Fórmula 1).
Con este completo espectáculo audiovisual de fondo, llegaron ‘The Camera Eye’ y la épica ‘Witch Hunt’, quizás uno de los momentos más esperados por quienes deseábamos ver en su totalidad el álbum Moving Pictures, porque sin despreciar los primeros cuatro tracks de dicho álbum, el momento culmine del disco está situado entre ambas canciones, que combinan la elegancia progresiva que la banda profesa y una experimentación sonora que hasta el día de hoy puede parecer arriesgada. Sin lugar a dudas uno de los momentos que quedará en la memoria de quienes “lo vivieron para contarlo”.
Cerrando la interpretación de Moving Pictures, sonaría la “profética” y poco conocida‘Vital Signs’, que fue escuchada con un silencio casi sepulcral de fondo y mucha atención por parte del respetable. Geddy Lee daría por completo el disco diciendo, en modo de talla, “esta fue una pequeña canción llamada Moving Pictures”, tras lo cual presentó ‘Caravan’ una de las nuevas canciones de la banda y que sigue la línea de lo que los canadienses han realizado en sus últimos lanzamientos, vale decir, una suerte de Power Rock en que el gran protagonista es un sonido potente y fiero, que por momentos suena prácticamente metalero.
Luego, se apagarían todas las luces y los encargados de las cuerdas dejarían el escenario para uno de los momentos más esperados de la noche. Neil Peart quedaría solitario en el escenario, pero llenaría todos y cada uno de los espacios que el gigantesco escenario escondía con un solo de batería de los que solo un monstruo como él puede realizar. En la interpretación se mezclaría un sonido clásico y cargado a los ritmos rockeros, con experimentación a través de baterías electrónicas y muchos ritmos de la escuela de Buddy Rich, quizás la mayor influencia para el virtuoso baterista. Los aplausos no se hicieron esperar y se multiplicaron con fuerza, mientras el baterista adicto a los viajes en moto dejaba en el escenario para dar paso a Alex Lifeson, que provisto de una guitarra de doce cuerdas improvisó un pequeño solo que finalmente desemboco en un momento memorable a cargo de la preciosa ‘Closer to the Heart’, que resultó en otro de los puntos altos de una jornada que ya contaba con varios instantes para el recuerdo.
En seguida, las luces se apagarían y con los sintetizadores que marcan el comienzo de la suite ’2112′ se daba paso a la interpretación de las primeras dos partes de esta composición futurista y apocalíptica. Con el ya clásico emblema del ‘Hombre en la Estrella’ de fondo, sonaba la Obertura de esta legendaria canción, dando forma a una imagen que de seguro muchos de los asistentes soñaron por años. Seguiría ‘The Temples of Syrinx’, momento en que el coro y los vítores volvieron a unir a buena parte de un público que parecía aburrido, pero que a mi parecer se dedico mas a escuchar y ver el espectáculo, que a saltar o desordenar.
El cansancio se podía notar la cara de muchos de los asistentes, y cuando el reloj marcaba algunos minutos previos a la medianoche la banda comenzaba su despedida con ‘Far Cry’, el primer single de Snakes & Arrows, que fue recibida sin mucha efervescencia por un público que al parecer esperaba solamente clásicos. Sin mucha diplomacia, Geddy Lee se despedía del público en lo que claramente daría lugar al que fue un corto y poco demandado encore, que no pudo comenzar de mejor forma. Sin la intro que la caracteriza y transformada en una versión bastante extraña, sonaría ‘La Villa Strangiato’, la canción instrumental por definición del trío. Era evidente que estábamos llegando al final de la presentación, aún cuando la banda seguía entregando una cantidad considerable de energía sobre el escenario y tras casi tres horas de show, interpretaban y al a vez improvisaban las composiciones con una pericia sorprendente. Quien se robo las miradas en esta pasada fue el sólido Alex Lifeson, quizás el miembro que menos atrae las miradas, pero no por eso un guitarrista al que se le pueda quitar la chapa de virtuoso, como algunos “críticos” suelen hacer.
‘Working Man’ bajaría el telón -como suele hacer la banda- con un comienzo que contó con un ritmo que mezcló reggae y un poco de jazz, e incluyó bastante improvisación y alargados solos, a través del tema en sí, cortesía de Lifeson. Tras casi 3 horas de show, la banda dejaba rápidamente el escenario cumpliendo algunos de los rituales clásicos del rock como el regalo de uñetas, baquetas, peluches y todo lo “lanzable” que hubiera sobre el escenario. Geddy Lee se despedía rápidamente del público y dejaba hecha una promesa: “Volveremos”.
Tratar de seguir describiendo lo vivido el pasado Domingo 17 seria redundante y poco efectivo, pues las palabras siempre quedaran demás en el caso de un espectáculo tan alucinante como el que brindó Rush en su debut en tierras nacionales. La discusión del “que faltó” durará hasta que se concrete la promesa de regreso a nuestras tierras realizada por Lee, que dicho sea de paso ojalá se concrete al comienzo de una próxima gira de la banda, y así no haya excusa alguna para calificar lo visto con el adjetivo que mejor le calza: Perfecto.
Ya era Lunes 18 y el sueño ya se había cumplido; podíamos regresar a nuestros hogares con una sonrisa de oreja a oreja. Por fin, podíamos morir tranquilos.
Setlist Rush
- The Spirit of Radio
- Time Stand Still
- Presto
- Stick it Out
- Workin’ them Angels
- Leave that thing Alone
- Faithless
- BU2B
- Freewill
- Marathon
- Subdivisions
- Tom Sawyer
- Red Barchetta
- YYZ
- Limelight
- The Camera Eye
- Witch Hunt
- Vital Signs
- Caravan
- Solo de Batería Neil Peart
- Closer to the Heart
- 2112: Overture
- 2112: The Temples of Syrinx
- Far Cry
Encore:
- La Villa Strangiato
- Working Man