El concierto de Stratovarius en Chile estuvo en el centro de la polémica –junto al Chile Rocks II- por varios motivos concernientes a la producción del evento; el primer gran “pero”, para todos los fanáticos, fue el lugar donde se llevaría a cabo este recital: el Espacio Broadway, un recinto alejado de la urbanidad capitalina ubicado en plena Ruta 68, a metros del túnel Lo Prado. La segunda crítica fue el alto precio de las entradas. No hay que ser un destacado economista para darse cuenta que sería una hecatombe para las billeteras del público nacional. Esa noche veríamos a una agrupación que pasó por difíciles momentos desde su última visita (2005) con separaciones, reencuentros, la salida del líder, Etc.
Tremenda fue mi sorpresa al ingresar al recinto pasadas las 7 de la tarde y encontrarme con el fin de la presentación de Alto Voltaje como banda soporte. En eso, conversando con algunos conocidos, me entero de que Delta ya había realizado su show. Extraño. Decisiones desde la producción hicieron que esto fuera de esta forma. Imagínense que en ese instante faltaba la mitad del público en llegar a la discoteque. Hay muchas personas que intentan llegar a los conciertos calculando el momento exacto en que la banda cabeza de cartel saldrá a escena, por eso la escasez de personas. Este mismo motivo fue el que provocó que los finlandeses aparecieran en el escenario a las 20:30 horas. La larga espera (de una hora aproximadamente) hizo que el público se entretuviera con algunas cosas: siempre hay en el escenario un personaje encargado de hacer la prueba de los instrumentos y micrófonos, bueno, en este caso también, un muchacho que pasaba por ellos diciendo “one, two”. Lo hacía una y otra vez: “one, two, one, two, ¡one!, ¡two!”. De a poco comenzaron unos cánticos notables como “¡Oleeé, oleeé oleeé oleeé, one two, one two!”. Las risas fueron generalizadas. No faltó el famoso “¡el que no salta no es one two!”, ni el “oooo, one two no se vaaa, no se vaaa…”, cuando hacía abandono de las tablas. Escuché algunos “¡one two mare!”. La creatividad criolla da para mucho. Pero él fue astuto, ya que cuando volvió a seguir probando otros aparatos comenzó a contar otros números no consecutivos: “one… three”, “two… seven”, entre otros. Una grata y cómica situación que sirvió para hacer la espera más amena.
Ya llegaba el momento. Las iluminación del la BWY se iba a negro para darle paso a la pista de Destiny, corte con el que empezó este reencuentro con Chile. La euforia acumulada estalló en un sólo grito de felicidad, de satisfacción, entre los fanáticos. Pudimos ver a una agrupación que volvía en gloria y majestad, pero con algunos detalles que se comenzaron a apreciar desde el principio. Los años van pasando la cuenta y así lo sabe Timo Kotipelto, quien le hizo el quite a muchos de los agudos presentes y, también, metiendo más falsetes de los que ya acostumbra. Sin embargo, esto es contrarrestado por su gran interacción con los presentes, es alguien capaz de hacer participar al público en cada momento. Casi sin respiro vino Hunting High and Low, el cual fue iniciado también con simples, los que pillaron de sorpresa -por así decirlo- a Jens Johansson. Le costó aferrarse al ritmo. Las fallas de sonido también se hacían presentes con algunos acoples y con el horroroso rebote que se percibía desde el fondo del local. Estaba a un cuarto de su capacidad, el vacío era enorme, por lo que no se podía hacer mucho para mejorar esa situación.
Primera pausa, agradecimientos al público y la presentación formal del nuevo encargado de la guitarra, el señor Matias Kupiainen, quien interpreta los primeros acordes de Speed of Light para transformar el lugar en una caldera. Todos saltando al más no poder. Una seguidilla de éxitos que coronaron con The Kiss of Judas. Lamentablemente hubo varias descoordinaciones en la agrupación, las cuales se vieron reflejadas con notoriedad en el guitarrista. Se notaba que algo faltaba, que la banda fuera una sola y no que él ni Jörg Michael anduvieran por caminos separados.
Desde Polaris se rescató el corte Deep Unknown que fue recibido de forma muy positiva por la gente, aunque siguieran algo perdidos en el escenario en el aspecto musical. Momentos de calma se vivían con A Millon Light Years Away y con la balada Winter Skies, se veía en la reacción de los presentes que permanecían más calmos. Y quizás acá fue donde el quinteto tomó más confianza y se fue apretando, compactándose de manera tal que fuera “un todo” lo que estábamos escuchando, con Phoenix. Fue una suerte de despertador junto a una inyección de adrenalina.
Sólo Matias y Lauri en el escenario para interpretar solos de guitarra y bajo respectivamente, donde incluyeron un extracto de la instrumental Holy Light. Destacar la gran interpretación de Lauri Porra que, al igual que en el 2005, se mandó una cueca que dejó muy prendidos a todos. Un honor. ¡Qué destreza en el bajo! Vuelven todos a escena para continuar con otro del Polaris, la canción Forever is Today, que se destaca en este álbum. Un hit que será de los recordados en la historia de los europeos, uno que tendrá que estar fijo en sus futuras giras por el mundo. Ya con más confianza, el vocalista se dio el lujo celebrar junto a nosotros con una bandera chilena y ante la exaltación generalizada continuó tomando algunas fotografías para la posteridad. No sé si será un lindo recuerdo llevarse instantáneas en las que se vea un local proporcionalmente tan vacío.
Notorias muestras de agradecimiento y respeto pudimos observar por parte de Kotipelto, en el tema Twilight Symphony, hacia los enfervorizados fanáticos, los cuales se volvieron a prender con fuerza con la rápida Higher We Go del último larga duración. De los Elements sólo rescataron Eagleheart interpretado de excelente forma por todos los músicos, pero siempre con el quite de los agudos por parte del vocalista, lo que fue una tónica a lo largo de la jornada. Se despedían fugazmente dando pie al encore donde se volvieron a escuchar los “¡Oleeé, oleeé oleeé oleeé, one two, one two!”… nadie pedía a Stratovarius, nadie, todos seguían con lo que habían coreado con anterioridad. Queda para la anécdota.
Dos minutos y vuelve el Timo sobreviviente preguntando “¿quieren más?”. Tal cual. Y ya sonaba una de las baladas más recordadas en esta rama del metal, la ya clásica Forever. Eso de hacer cantar al público ya no era simplemente una muestra de cariño hacia los asistentes, sino un amague para evitar cantar las altas notas de este tema. Del mismo Episode sonó la demoledora Father Time que fue presentada con los sonidos de reloj que le dan la partida. El quinteto tiró toda la carne a la parrilla en ese instante. Quizás lo bajo de la presentación en general era con la idea de provocar al cierre un momento de alegría y buena calidad interpretativa. Se acercaba el final dejando en el escenario al baterista y tecladista. Jens tocaba una improvisada melodía que, mágicamente, enganchaba con la introducción de Black Diamond, pero hacía un amague. Lo hizo aproximadamente en cuatro ocasiones, la última fue seguida por Jörg y, posteriormente, por el resto de los miembros que le daban un cierre con broche de oro a su cuarta presentación en suelos nacionales. Pensábamos que estaban listos para la reverencia final cuando el vocalista toma el micrófono dando indicaciones para que se digan las palabras que él va a decir. Una suerte de conteo, desde el número 1 al 4, en finlandés fue gritada con fuerza por las casi 1.000 personas en el lugar. Ingeniosa fue la persona que tiró al escenario 3 banderas unidas: chilena, finlandesa (Kotipelto, Kupiainen, Porra) y sueca (Johansson). Sin embargo se le olvidó una alemana para Michael. Pero ¡qué diablos!, estaban todos contentos.
Del local se puede decir que está muy mal ubicado (obvio), sobretodo si se considera que la mayoría –por el rango de edad a la que llegan los finlandeses- no cuenta con un vehículo personal para poder llegar. Sin embargo la Broadway es un espacio bastante cómodo para shows de este tipo. El sonido no fue de lo mejor, pero lo atribuyo a lo vacío del local. Si hubiera estado repleto el cuento sería distinto.
Personalmente, y puede que a nadie le importe, el show me dejó con un gusto a poco. El 2005 fue mucho mejor, y quizás cómo fue el 2003 (muchos me comentan que ha sido lo mejor de ellos por estos lugares). Lo importante fue poder ver a un grupo que ha pasado por muchos altos y bajos. Su anterior visita estuvo antecedida por la ida del bajista, la salida indeclinable de Jens y Timo K. y la llegada de una mujer a las voces, Miss K. Al final se arreglaron y sólo hubo un cambio en el bajo. Ahora la situación fue aún peor: nuevos problemas, la separación de Stratovarius, que no se separaban y que Tolkki cedía los derechos, que no había dicho eso nunca, Etc. Y aún así acá los tuvimos, demostrando nuevamente que son una parte importante dentro del metal mundial.
Review: Roberto Yévenes
Fotos: Manuel Cabezas para Zerovarius.net
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